lunes, 24 de septiembre de 2018

I am a hero (Shinsuke Sato, 1015)




Esta película de 2015 adapta el pertinente manga y es la octava en la filmografía de Shinsuke Sato (Hiroshima, 1970), que desarrolló su carrera como guionista desde finales de la década de los 90 y dirige desde comienzos del presente siglo, además de otras aportaciones a películas conjuntas y series de TV; posteriormente al filme que nos ocupa, Sato ha añadido 2 largos más a su carrera.

Film fantástico que incorpora un valioso título más al subgénero zombi. Sin explicación que valga acerca del advenimiento de la plaga–ya es común la asepsia informativa que caracteriza a esta disciplina genérica-, la trama se estructura en tres partes principales: la primera,  la presentación del protagonista, Hideo (puede buscarse un homenaje al maestro del terror nipón Hideo Nakata), pronunciado como héroe en japonés, un joven que malvive dibujando mangas a destajo a la espera de ese éxito cada vez más esquivo, y es expulsado del (exiguo) apartamento por su impaciente y hastiada novia. Esta parte es más bien un filme dramático, que se permite el apunte sociológico, con el (compulsivo y característico) miedo (japonés) al desempleo provocado por la falta de éxito profesional que atenaza no sólo al protagonista sino al entorno y compañeros de trabajo. Un capítulo un tanto anodino, poco ameno de ver, en consonancia con el desafortunado protagonista de la cinta.

Una segunda parte, intermedia, donde, de repente, las noticias comienzan a anunciar la propagación de una extraña fiebre que afecta a la población, pero inconcreta, absortos los jóvenes dibujantes en ir sorteando los avatares de la vida diaria, aunque rápidamente se hace patente cuando Hideo regresa a su casa a por sus pertenencias -¿un fusil?- y es hostigado -¿más?- por su novia infectada. Esta secuencia de la añorada vuelta al hogar y el resultado inesperado de la visita, indudablemente la más fantastique de la función, nos sirve para señalar la evidente ausencia de elementos más puramente terroríficos en detrimento de la testosterónica acción, de las correría y huidas propias del subgénero; de hecho, la transformación de la finada en zombi incluye un frenesí corporal y ulterior abombamiento de los ojos que parecen saltar de sus órbitas, que invita más a la carcajada salvaje que al auténtico pavor.  Este tramo transcurre en exteriores, por la ciudad, donde la propagación de la plaga va desatando una serie de secuencias del advenimiento zombi; los ciudadanos que una vez mordidos por los infectados se convierten en zombis por doquier, con una frenética huida en taxi, donde Hideo conoce a una pizpireta y (típica) uniformada colegiala, Hiromi, que le acompañará en su frenética huida hacia el monte Fuji, con su presencia icónica como telón de fondo en una de las secuencias, donde, al parecer, el virus terminará muriendo. Tras aquella gris parte inicial, este capítulo es un auténtico tour de force zombi con extremas secuencias de acción, pautada, empero, por momentos de recogimiento donde los dos protagonistas devienen en virtual pareja de escapada, con el evidente enamoramiento por parte de la chica de Hideo, su valedor. Tras la vertiginosa salida de la ciudad, como contrapunto, hay secuencias donde predomina el paisaje natural, incluso bucólico, tan caro a la cultura japonesa, la huida por los bosques, que culmina con el detalle de esa secuencia nocturna, cuando un insomne Hideo, intenta atisbar el más allá a través del (inexistente) canalillo de la camisa de su improvisada nueva amiga. El pobre mangaka, que luce la mayor parte del metraje una gorra neoyorquina, toda una declaración de principios, tiene también el fusil al que queda virtualmente unido y que porta en toda esta parte sin apenas conseguir utilizarlo lo cual introduce una notas un tanto bufas acerca de la verdadera psicología de nuestro personaje, que no oculta su falta de determinación, en oposición al intrépido héroe de todo actioner norteamericano que se precie.

Tercera. Desde aquí hasta el final del filme, entraremos en un capítulo, que por su duración ocupa la mitad de la cinta, con la llegada de la pareja protagonista a una suerte de “mall”, con abundante presencia de las consabidas marcas que habrán financiado la producción de la película, donde tienen su campamento unos huidos que resisten al enemigo zombi, en un claro homenaje al Zombi de Romero (Dawn of the dead, 1978) y su posterior remake homónimo, Amanecer de los zombis (Zack Snyder, 2004). Las rencillas entre los capitostes de este movimiento de resistencia, aquí también la posesión de la dichosa arma de Hideo, auténtico tótem del filme, al parecer la última del planeta, en una nota de ironía y comicidad que parece apelar, de nuevo, al contraste con el actioner mass media, como detonante que provocará el devenir de los acontecimientos , la pérdida del control del dominio sobre los zombis que vuelven a campar a sus anchas, capitaneados por una suerte de semidios y atlético zombi blanco (búsquese la referencia con la grácil replicante Pris, interpretada por Daryll Hannah en Blade Runner), y la conversión (al modo zombi) del apático y cobardón Hideo en ese héroe añorado en una divertida y muy apreciable, desaforada penúltima secuencia, que me recordó la vorágine asesina de la primera Azumi (Ryuhei Kitamura, 2003), si bien en diferente variante genérica, deparando una solvente apoteosis final digna de ser proyectada en la próxima convención de ese Club de Amigos del fusil yanqui del actor retirado Charlton Heston.


Interesante nueva aportación asiática, a ratos trepidante y desprejuiciada, puro manga, no en vano Sato ha adaptado un buen número de esos comics al cine y la TV, que consiguen equilibrar otros momentos dramáticos menos conseguidos en un filme muy disfrutable para los amantes del género.


Calificación: 2.

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