domingo, 27 de mayo de 2012

Si quiero silbar, silbo (F. Serban, 2010)



La tercera película del productor, director y guionista Florin Serban (Rumania, 1975), que dirigió en 2010, llega ahora a nuestras pantallas respondiendo al interés de crítica y público que el reciente cine rumano despierta. Y en el caso de este joven cineasta formado como realizador en New York, diremos que responde a las expectativas.

La cinta es un drama protagonizado por Silviu (George Pistereanu), un delincuente juvenil que se encuentra encerrado en una cárcel reformatorio a la espera de su ya muy cercana libertad. La visita de su hermano pequeño y la madre venida del extranjero, la presión acuciante a que le someten el resto de internos, que amenaza con minar su acreditado buen comportamiento, y la presencia de una joven entrevistadora que realiza prácticas con los reclusos, van a desatar los acontecimientos.
Cine de acento realista, de planteamiento cuasidocumental, género practicado por el realizador en su etapa de formación, de cámara al hombro, y de raigambre social, como el practicado por sus compañeros de generación, marcas de la casa, incluso, escorado al feísmo que proporciona la fotografía granulada. Aquí el escenario poco amable de un ambiente urbano grisáceo y deprimido, gélido, es sustituido por la lobreguez del centro penitenciario. Y como en otros filmes vecinos, algo de luz al final del túnel; la violenta actuación desatada al final por Silviu y su descabellada propuesta es una invitación a la esperanza en la redención humana. Un atisbo de belleza para esta tan sugerente como descarnada propuesta de Florin Serban.


Calificación: 3.

Los vengadores (J. Whedon, 2012)




Sexo, ¡mentira!, y fintas de super-héroes
La película es una adaptación del comic de Marvel, que vió la luz en 1963 de la mano del historiestista Stan Lee y el dibujante Jack Kirby, y reunía inicialmente a lo más granado de los superhéroes de la casa, Hulk, Thor, Iron Man, Henry Pym  y La Avispa, a los que, poco más tarde y en subsiguientes aventuras, se unirían el Capitán América, Ojo de Halcón o La Viuda Negra, entre otros muchos.

El productor, guionista y realizador curtido principalmente en el mundo de la televisión, Joss Whedon (New York, 1964), dirige su propio guión sobre la reunión de varios de los personajes antes mencionados a quienes convoca Nick Furia, ese siniestro tuerto a quien da vida Samuel L. Jackson y que se deslizaba tras los títulos de crédito de los filmes más recientes dedicados a aquellos – ‘Capitán América: el primer vengador’ (Joe Johnston, 2011), ‘Thor’ (Kenneth Branagh, 2011) , ‘Iron Man 2’ (Jon Favreau, 2010) e ‘Iron Man’ (Jon Favreau, 2008) - , presagiando esta película, como consecuencia de una nueva amenaza llegada a la Tierra; Loki (Tom Hiddleston), el hermano de Thor, que, no harto de su derrota en aquella película, emprende un nuevo intento invasor pretendiendo someter nuestro planeta bajo su yugo maléfico.

La cinta resulta ser un mero fuego artificial que caduca a los pocos minutos de su visionado, lo que bien puede ocurrir mientras vaciamos nuestra vejiga que fue llenándose durante los 143 minutos de su duración, que, si bien no se hacen de rogar, puesto que aquella acumula los más diversos y sofisticados ingredientes como para cautivar nuestra atención durante el metraje, pero el resultado, salvando el eficaz entretenimiento, se evapora, como digo, cual humo tras los títulos finales. Y es que uno tiene sus días buenos y sus días malos, y hoy no era precisamente de estos últimos, y me he plantado en la sala del mejor humor para dejarme arrastrar por las peripecias de estos tipos fantásticos y a una hora algo intempestiva como para que las hordas de lenguaraces palomiteros no consigan joderme la película y no he tenido ningún altercado grave, que ya es difícil, salvo el ímpetu empeñado por un incipiente chavalín en añadir mayor realismo si cabe a las imágenes con las pataditas que durante el primer cuarto daba contra el respaldo de mi butaca hasta que me he dado la vuelta y le echado una mirada furibunda como la del tal Loki que ha aplacado el movimiento de sus extremidades.
Decía que el metraje se sujeta y sustenta en la acumulación de superpoderes, por las dotes prestidigitadoras que unos efectos especiales cada vez más perfectos y realistas, sin que la puesta en escena se enturbie demasiado, y es de agradecer, por el abuso del montaje acelerado que perjudique nuestra percepción de lo que con prisa y sin mucha pausa se proyecta en la pantalla.

Acabada la película siento la misma sensación ambivalente del ‘gato por liebre’ que tras contempar el segundo Iron Man; que esta Los vengadores carece de la originalidad o de la pegada de la primera película del héroe capitalista y vacilón a quien da vida Robert Downey Jr. , del tono romántico que tenía el Hulk de Louis Leterrier (2008), del toque épico-mitológico que tenía el Thor de Branagh,  a pesar de sus imperfecciones, o esa hazaña bélica que casi era, y muy disfrutable, el Capitán América de Johnston. Es como si para que el potente Madrid gane al pequeño Numancia, hubiera que someterle al miedo escénico de un Bernabeu repleto y encima ponerle al árbitro en contra y que expulse a un jugador soriano en los primeros minutos del partido; no es necesario. Desborde o no las taquillas, había más vida en ese reciente fracaso comercial que es ‘John Carter’.
Temas manidos como que ‘la unión hace la fuerza’ como principio vertebrador para levantar las suspicacias de un puñado de super-héroes con la mosca detrás de la oreja con ser manejados por un gobierno instalado en un clima de guerra fría y que no duda en soltar un misil nuclear en cuanto una amenaza extraplanetaria incordia Nueva York, hacen que el metraje navegue a la deriva en una suerte de acelerado déjà vu hasta su solución final sin que las escenas destilen la menor tensión ni amenaza hacia una resolución adversa a los intereses de los buenos, de esos formidables guardianes de la humanidad. Adicionalmente cabe reseñar que el elemento humano también aparece reducido a una masa inidentificable que grita y se desborda ante el ataque de los malos, pero aparece desfigurada, sin un punto de referencia que levante la menor sensación de empatía por el incierto destino del hombre; una apta calificación familiar deriva en una menor presencia de ‘daños colaterales’ en menosprecio de los (eso sí) cuantiosos daños materiales en mobiliario urbano que vendrá de perlas a la actual coyuntura crítica para incidir en la inversión y el empleo. Sólo las escenas iniciales, que ocupan el primer tercio del filme, donde presenciamos el tantas veces contemplado cinematográfico proceso de reclutamiento de unos héroes, otrora aclamados en las salas, ahora, perdidos en sus quehaceres cotidianos, tiene cierta garra.


Calificación: 1.

lunes, 7 de mayo de 2012

Cosas que no se olvidan (T. Solondz, 2001)



‘Storytelling’ en el original, es el cuarto largo escrito y dirigido por el director de New Jersey (USA) Todd Solondz.

La película se ha dividido en 2 partes; la primera, más corta, recibe el título de ‘Ficción’ y se centra en la vida de una pareja chico-chica de jóvenes universitarios y sus conflictos personales, puestos de manifiesto a tenor de su clase de creación artística, que imparte un siniestro y exigente profesor, mientras que la segunda, más larga, titulada ‘No ficción’, se recrea en el trabajo de un director amateur, que, tras diversos estados y trabajos al terminar su carrera, se enfrasca, como forma de redención personal,  en el rodaje de un documental sobre los hijos las familias norteamericanas de clase media que viven en los suburbios de las grandes ciudades como es el área de Jersey en la película y su posición ante el paso clave de finalizar el instituto y empezar la facultad. Se da la circunstancia de que una de estas familias, los Livingston, va a financiar la película convirtiéndose la misma en protagonista no sólo del documental sino de este capítulo, y, en especial, el hijo mayor, Scooby (Mark Webber), un chaval desnortado, carente de ilusión alguna, sin interés por cursar una carrera universitaria al que su padre (John Goodman) obliga a ello.
En cierto sentido, en la película, el primer capítulo sería el destino o resultado, el mundo universitario, que se ha sometido a debate en el segundo capítulo, el principal, de la cinta. Se inicia este capítulo con el personaje del director del dichoso documental, Toby Oxman (Paul Giamatti), con el que pretende abarcar todo el dilema personal y la trascendencia de esta etapa crucial sobre la elección del destino futuro de los jóvenes norteamericanos de clase media, el tipo, que mantiene una tan grotesca como gozosa conversación telefónica con una antigua compañera de instituto donde le relata sus desventuras pasadas y lo incierto del cumplimiento de sus expectativas juveniles, actúa como vertebrador de la trama. Y el chico se convierte en un trasunto del propio director que ve en aquel una repetición de su drama personal y apostaría, en un ‘juego’ metanarrativo, a que este director, en la ficción ‘no ficción’ es, a su vez, un trasunto del propio Solondz que pretende retratar lo incierto del trabajo del realizador de películas o el enfrentamiento del creador cinematográfico a escenario inesperados, como le ocurre al documentalista que en un pase de su filme ve como el público reacciona inesperadamente riéndose a carcajada limpia durante la proyección cuando lo que él ha pretendido reflejar es el drama de una determinada etapa que es su propio drama. Me pregunto si el propio Solondz no se habrá sentido sorprendido de igual modo cuando ha asistido al inesperado regocijo del público en cualquiera  proyección de alguno de sus filmes, pequeños relatos de las tragedias personales que afligen la vida de sus personajes, mitad comedia y mitad drama.

Todo ello mostrado aquí con una calculada, o a veces fría equidistancia, aminorada por momentos si cabe ‘humorísticos’, marca de la casa.

Calificación: 2.

Vacaciones en Roma (W. Wyler, 1953)



William Wyler (Mulhouse, Alemania, 1902 - Los Ángeles, 1981), afincado y nacionalizado en Estados Unidos, fue un director todo terreno que cultivó toda suerte de géneros, desde el drama, el policiaco, el western, etc.
Esta comedia romántica, un guión coescrito por Dalton Trumbo que obtuvo el Oscar, es la crónica, que a veces adopta el tono de un documental, de la visita a Roma de una joven heredera al trono de una monarquía europea. La princesa Anna, a quien da vida una actriz también nacida en el viejo continente, Audrey Hepburn, que debutaba con este papel en Hollywood y por el que obtuvo un Oscar que le catapultó a la fama, harta de las rigideces del protocolo y de las privaciones que le impone su rancio abolengo y, ávida de curiosidad, escapa de incógnito de palacio y vive, flor de un día, las mieles de la libertad. Estas peripecias se centran sobre todo en el contraste entre la feliz inocencia de la protagonista y la falta de escrúpulos de un periodista norteamericano, Joe Bradley (Gregory Peck), que, descubierta la identidad de la joven, busca una lucrativa exclusiva que le permita volver a su país.

El humor de Wyler, más blanco, menos caustico que el de su compatriota y colega Billy Wilder, acompaña, va haciendo guiños  al transcurso del relato, que se disfruta como  una sinfonía, como ese descubrimiento de los pequeños placeres , vedados para la joven protagonista, que conlleva la vida diaria, de la sana libertad: deambular sin destino por las calles de una Roma efervescente, degustar un gelati en la escalinata de la Piazza de España, cortarse el pelo atendido por un peculiar peluquero italiano, tomarse un café en una terraza, sumergirse entre el vertiginoso tráfico rodado de la ciudad en su vehículo fetiche -la vespa-, y culminar la passegiata al atardecer acudiendo al baile nocturno junto al Castelo de Santo Angelo.

La fotografía en blanco y negro contribuye a dotar de un fondo realista a esas secuencias del paisaje urbano romano, de sus rincones, sus cafés, sus patios, que parecen sacados de un filme neorrealista italiano. No en vano, la película fue rodada además de en los conocidos exteriores romanos, en Cinecitta.
La película se nutre de esa química fácil y a la vez mágica que se establece inmediatamente del tándem Peck-Hepburn. Y tiene una densidad desbordante, no puede ser más bonita ni tan triste a la vez.

Hay en la película un muy afortunado paralelismo, un descubrimiento mutuo, que culmina en esa secuencia final cuando Joe Bradley se resiste a abandonar la sala del fastuoso palacio donde ha tenido lugar la conferencia de prensa de despedida de la princesa Anna. Aquel se queda hasta el final, permanece alelado, cuando el resto de sus colegas ya ha abandonado el recinto; la inmensidad de la sala que recorre hacia la salida parece acrecentar su sentimiento de pequeñez y de incredulidad hacia las horas y momentos que acaba de vivir. Es la otra cara de la moneda, pues si para la princesa ha supuesto un descubrimiento de la ansiada libertad y de placeres previstos desde su enclaustramiento, en cambio para el curtido y descreído periodista, que se retira triste pero jubiloso por el fugaz amor conocido, supone un soplo de aire fresco, como de algo que creía extinguido. Pues, en cierto modo, Joe también ha redescubierto esos pequeños placeres ocultos tras el mundanal ruido bajo los ansiosos ojos de Anna. De forma que el renacimiento ha sido mutuo, no sólo por la incursión del inesperado amor, sino por el redescubrimiento de cosas que estaban ahí, vedadas para la una, y ocultos, olvidados, para el otro.
La contemplación de esta obra maestra del cine clásico americano de los años 50 es una delicia para el espíritu y compensa con creces el anacronismo que, visto ahora, nos pueda parecer la existencia tan peculiar de esas férreas monarquías europeas, cuya supuesta claustrofóbica cerrazón está en el origen que desata la trama. No pasarán muchos años para que, en una vuelta de tortilla, una actriz de Hollywood, Grace Kelly, se convierta en ilustre consorte de un monarca monegasco o ya en los últimas décadas del siglo pasado sus miembros, el de muchas otras monarquías europeas, se confundan con otros estamentos sociales y sus correrías sean aireadas por la prensa del corazón y amarillista.


Calificación: 5.

War Horse (S. Spielberg, 2011)



(Microcrítica)
Esta película es el Cine.


Calificación: 4.

domingo, 6 de mayo de 2012

John Carter (A. Stanton, 2012)



El norteamericano Andrew Stanton (Boston, 1965) es uno de los responsables del éxito de la factoría Pixar, habiendo producido, realizado y/o escrito títulos como ‘Bichos’ (A Bug's Life, 1998), ‘Buscando a Nemo’ (Finding Nemo, 2003), ‘WALL-E’ (2008) o la serie de ‘Toy story’, entre otros muchos.

Su primera incursión en el cine convencional, fuera del terreno de la animación, aunque no sin abandonar el cine comercial familiar como esta producción Disney, es una atractiva y trepidante película fantástica de aventuras planetarias. El guión, co-escrito por su colega en Pixar, Mark Andrews, Michael Chabon (‘Spiderman 2’) y el propio Stanton, está basado en la saga de aventuras marcianas que el prolífico escritor norteamericano Edgar Rice Burroughs (1875-1950), un iluminado y genial cultivador del género de aventura fantástica, que retoma el testigo de Julio Verne al otro lado del Atlántico y que ganó fama mundial por ser el creador de Tarzán, centrada en el personaje de John Carter e iniciada con la novela que publicó en 1912, ‘Una princesa de Marte’.

La referencia literaria no es baladí ya que el propio escritor, un joven Edgar, es el personaje bisagra de la película, al ser citado con ocasión de la extraña muerte de su excéntrico tío, el intrépido aventurero John Carter, que empequeñece las gestas de un tal Indiana Jones, recibe en herencia, entre la más diversa fortuna, un diario cuyo relato en flashback motiva las magníficas peripecias mostradas en la película, hasta su decisivo papel en el desenlace final, feliz broche de tal magna aventura.

El filme es un abigarrado coctel donde tienen cabida toda suerte de eficaces ingredientes. Desde ese comentado y clásico formato de lectura de libro, tan presente en aventuras parecidas como La historia interminable –The neverending story (Wolfgang Petersen, 1984)– o La princesa prometida –The Princess Bride (Rob Reiner, 1987)–, un paseo por el escenario histórico del Boston de finales del XIX, el western de la caballería, los apaches y los buscadores de oro, el cine de aventuras galácticas, de planetas poblados por pintorescas razas y monstruos, y de historias de princesas obligadas al matrimonio contra su voluntad para saldar apestosas alianzas, incluyendo la tan necesaria como intrépida solución de detener dicha ceremonia ‘in extremis’; incluso, si me apuran, el peplum fantástico tipo Jason y los argonautas (Don Chaffey, 1963) que nuestros ancestros disfrutaban en concurridos cines de barrio, si bien los artesanales trucos de un concienzudo Ray Harryhausen han sido sustituidos aquí por los vistosos f/x de los estudios actuales.

En cuanto a los inconvenientes de la cinta, se echa de menos un enfoque más pulp de la función, algo de mala uva por aquí o un toque más exploit por allá; un ejemplo, la bella princesa Dejah Thoris (Lynn Collins) lejos de cultivar su lado neumático, es una aplicada hija científica empeñada en el estudio de un dichoso rayo para ponerlo al servicio de su maltratado pueblo. El malsano, aunque aminorado, toque Lynch en Dune (1984) hubiera venido de perlas. Pero se imponen las consabidas restricciones del cine para todos los públicos, aunque, a cambio, la eficaz dirección de Stanton urde un muy entretenido espectáculo, que remite a las historias clásicas de aventuras, y que resultan en un producto absolutamente disfrutable durante sus más de dos horas; polvo galáctico para socavar temporalmente nuestras mundanas preocupaciones, que es de lo que se trata.


Calificación: 2.

miércoles, 2 de mayo de 2012

Canino (G. Lanthimos, 2009)



El tercer largometraje, ‘Kynodontas’ en el original, del director griego Giorgos Lanthimos (Atenas, 1973), quien también coescribe su guión, junto a Efthymis Filippou, ha gozado de cierto reconocimiento internacional a raíz de lograr el premio ‘Un certain regard’ en el Festival de Cannes de 2009 y la nominación al Oscar a la mejor película extranjera 2011.

Película sobre una familia donde el padre somete a su mujer y a su hijo y dos hijas ya talluditos a una especie de prisión o muerte en vida, completamente aislados del mundo exterior -sensación agudizada por ese plano recurrente en el filme de un lejano avión surcando los aires a muchos metros de distancia en el cielo- podría haberse encarado desde diferentes puntos de vista cinematográficas. El del melodrama, por ejemplo, aunque no es pertinente establecer culpables porque la cámara acompaña a los personajes, en sus cuartos, en el jardín, en un chapuzón en la piscina, en un marco siniestramente idílico, sin atisbar el menor intento de transmitir moralina alguna o de alinearse con tal o cual personaje. Porque en manos de Lanthimos la trama es mínima, es una forma de rodar bastante naif; minimal, contabilizamos sólo 6 personajes, los 5 miembros de una unidad familiar de 3 hijos adultos más una vigilante de seguridad de la fábrica donde trabaja el padre que visita la casa periódicamente, remunerada por éste, para follarse al hijo. Sin aditamento alguno, es un relato de lo absurdo, que apunta comedia pero lo deja en nausea, que nos retrotrae a parecido planteamiento de gente confinada en extrañas circunstancias como ‘El ángel exterminador’ (1962) de Luis Buñuel, donde lo inexplicable hace acto de presencia y es un protagonista más. Sólo al final, la hija mayor, acomete algo lo más parecido a salirse del guión establecido con el resultado tan poco halagüeño del fundido en negro. Tampoco recuerdo banda sonora musical alguna.
Conceptualmente, la puesta en escena apuesta por planos medios nunca cortos y nos depara algunas secuencias donde el plano corta las mismas cabezas de los actores acentuando una pretendida despersonalización de lo que nos está mostrando.

En Canino todo es lo que parece ser, si bien, tardamos un cierto tiempo en atisbar qué es lo que se nos quiere contar. Es un relato hiperrealista sobre una familia tronada que es como una isla, un microcosmos completamente alejado del resto del mundo. No acierto tampoco a plantear si Lanthimos se ha propuesto con este relato al revés de una familia contemporánea típica una crítica velada del rol de esta figura en la sociedad actual.
Canino es como ese folio afilado con el que te cortas al cogerlo y cuyo picor al principio despreciable se va tornando molesto en el transcurso del día. Sus secuencias van cobrando significado propio unos minutos después de haberlos contemplado e incluso unas horas después.


Calificación: 2.

Amanecer de los muertos (Z. Snyder, 2004)



La opera prima del realizador estadounidense Zack Snyder (Wisconsin, 1966), ‘Dawn of the dead’ en el original, es un muy afortunado remake del filme homónimo, titulado ‘Zombi’ en España, que el neoyorquino George A. Romero dirigió en 1978, diez años después de su debut con la seminal ‘La noche de los muertos vivientes’ (Night of the living dead).

El guión, obra de James Gunn, adaptando el original escrito por el propio Romero, tan sólo sigue las líneas troncales de su antecesor, como que en ambos la mayor parte de la acción transcurra en un centro comercial abandonado que los protagonistas usan como reducto mientras soportan el embate de los zombis. Salvando este referente, todo lo demás es diferente, si acaso la cinta que nos ocupa puede considerarse un homenaje a su precursora.

La cinta comienza de la mano del personaje de Ana (Sarah Polley), que concluye su jornada de enfermera en un hospital, vuelve a casa con su marido y a la mañana siguiente, sufre en sus propias carnes y las de su propia familia contagiada que una virulenta plaga de zombis asola la ciudad sin motivo ni explicación aparente. Huyendo entabla relación con otros personajes, como el policía Kenneth (Ving Rhames) y Michael (Jake Weber), que se ven obligados a guarecerse en el dichoso mall ante el empuje zombi. Allí, junto a los guardas de seguridad y otros huidos, resistirán y buscarán una vía de escape. 

Entre las diferencias más significativas con el precursor romero, las hordas zombis, dotadas de una velocidad inusitada, más propia de estos tiempos desbocados que padecemos y que hacen palidecer la rigidez propia del rigor mortis que limitaba a los primigenios y más clásicos zombis de Romero.

Pero este carácter animoso no implica que la cinta vaya a discurrir por los derroteros más propios del desbocado cine actual plagado de f/x sino, y esto es muy de agradecer, todo lo contrario ya que la cinta mantiene el regusto de cine B donde el omnipresente terror zombi está ahí fuera y precipita los acontecimientos pero tienen mayor enjundia las relaciones entre los propios humanos, pues el hombre es el peor enemigo de su especie y en un entorno hostil es donde estas pulsiones y desequilibrios humanos se hacen más patentes. Mínimos apuntes sociológicos sin mayores pretensiones ya que la cinta sobre todo es un muy disfrutable coctel de aventuras y correrías huyendo de la plagas zombis trufadas del desparpajo hemoglobínico a raudales que la ocasión merece.


Calificación: 3.

L. A. Confidential (C. Hanson, 1997)


El realizador norteamericano Curtis Hanson (Nevada, 1945) escribió y dirigió el guión adaptando la novela homónima que James Ellroy (L.A. , 1948) publicó en 1990. La película, de resultado sobresaliente, se estrenó en 1997 y vió menguado el reconocimiento de la industria por coincidir con el éxito del ‘Titanic’ de James Cameron.

Recuerdo la magnífica impresión que me dejó el visionado de este film noir  en el momento de su estreno y 15 años después vuelvo a revisar la cinta, que ya tocaba, compartiendo parecida sensación; en el periodo intermedio he leído la impagable obra del escritor californiano.

En plena eclosión del American way of life (el filme se abre con una introducción acerca del particular), con el glamour hollywoodiense como telón de fondo,  un crimen que sacude el ídilico escenario angelino, en el que se ve implicado un ex-policía borracho jubilado, bajo el que parece colear el consabido asunto de lucha de mafias en torno al control del tráfico de drogas, revuelve las entrañas de la brigada policial de la ciudad, que se precipita a su investigación y solución, revelando todos los juegos de poder entre sus miembros, en especial a raíz de la llegada al departamento de homicidios del prometedor teniente Edmund J. Exley (Guy Pearce), especie de marionetas al servicio de los intereses  de los jerarcas de turno, el capitán de la brigada o el fiscal de distrito.
Un escenario en que el crimen y la corrupción emponzoñan las entrañas de toda la estructura social desde lo más bajo a lo más alto, es el caldo de cultivo, tan del gusto del escritor californiano, para mostrarnos los debates internos, los desequilibrios de los personajes que lo pueblan. En esta ocasión, de los detectives de Los Ángeles -el oficial Wendell White, un frío y obsesivo tipo que a veces se pasa de la raya en su brutalidad, cosa que es utilizada por sus superiores; el complaciente Sargento Jack Vincennes (Kevin Spacey), un tipo sin valores que usa del puesto para traficar favores, asesorar a una exitoso folletín televisivo ambientado en el mundo policial o compinchado con Sid Hudgens (Danny DeVito), un reportero y fotógrafo sensacionalista que vive de la extorsión a peces gordos-, o Lynn Bracken, la prostituta, doble de Veronika Lake, interpretada por una Kim Basinger afortunadamente rescatada de los blockbuster ochenteros, o el capitán Dudley L. Smith (James Cromwell), o el fiscal de distrito Loew.

Todas estos tipos cuya semblanza está ampliamente desarrollada en la extensa e intensa novela, son aquí esquematizados y dosificados para que jueguen y ensamblen como perfectas piezas de relojería en un thriller policial que discurre con interés y amenidad crecientes, donde el espectador apenas tiene tiempo de asimilar la inequívoca información que se le brinda, casi al mismo tiempo que se le rebela a los audaces detectives White y Exley como resultado de sus pesquisas policiales, hasta el desquiciante desenlace final.
Para el recuerdo quedan secuencias memorables como el hábil interrogatorio a tres bandas que el agente Ed Exley somete a unos jóvenes negros detenidos como chivo expiatorio del crimen que ha puesto en danza a todo el departamento de policía de L. A.; casi todas las correrías del sargento White, prototipo del personaje perdedor y atormentado del universo del escritor californiano, particularmente las compartidas con Lynn incluidas las esperas dentro del coche aparcado junto al apartamento de ella. O un momento cómico, de descarga de la creciente tensión acumulada en el metraje, donde los agentes Vincennes y Exley interrogan al mafioso Stompanato y su pareja ‘Lana Turner’. 

‘L.A. confidential’ película supera con creces la dispersa adaptación de otra novela de Elroy que fue llevada al cine por Brian de Palma en 2006, ‘La dalia negra’, si bien literariamente esta me parezca más redonda que aquella.

Calificación: 4.