lunes, 7 de mayo de 2012

Cosas que no se olvidan (T. Solondz, 2001)



‘Storytelling’ en el original, es el cuarto largo escrito y dirigido por el director de New Jersey (USA) Todd Solondz.

La película se ha dividido en 2 partes; la primera, más corta, recibe el título de ‘Ficción’ y se centra en la vida de una pareja chico-chica de jóvenes universitarios y sus conflictos personales, puestos de manifiesto a tenor de su clase de creación artística, que imparte un siniestro y exigente profesor, mientras que la segunda, más larga, titulada ‘No ficción’, se recrea en el trabajo de un director amateur, que, tras diversos estados y trabajos al terminar su carrera, se enfrasca, como forma de redención personal,  en el rodaje de un documental sobre los hijos las familias norteamericanas de clase media que viven en los suburbios de las grandes ciudades como es el área de Jersey en la película y su posición ante el paso clave de finalizar el instituto y empezar la facultad. Se da la circunstancia de que una de estas familias, los Livingston, va a financiar la película convirtiéndose la misma en protagonista no sólo del documental sino de este capítulo, y, en especial, el hijo mayor, Scooby (Mark Webber), un chaval desnortado, carente de ilusión alguna, sin interés por cursar una carrera universitaria al que su padre (John Goodman) obliga a ello.
En cierto sentido, en la película, el primer capítulo sería el destino o resultado, el mundo universitario, que se ha sometido a debate en el segundo capítulo, el principal, de la cinta. Se inicia este capítulo con el personaje del director del dichoso documental, Toby Oxman (Paul Giamatti), con el que pretende abarcar todo el dilema personal y la trascendencia de esta etapa crucial sobre la elección del destino futuro de los jóvenes norteamericanos de clase media, el tipo, que mantiene una tan grotesca como gozosa conversación telefónica con una antigua compañera de instituto donde le relata sus desventuras pasadas y lo incierto del cumplimiento de sus expectativas juveniles, actúa como vertebrador de la trama. Y el chico se convierte en un trasunto del propio director que ve en aquel una repetición de su drama personal y apostaría, en un ‘juego’ metanarrativo, a que este director, en la ficción ‘no ficción’ es, a su vez, un trasunto del propio Solondz que pretende retratar lo incierto del trabajo del realizador de películas o el enfrentamiento del creador cinematográfico a escenario inesperados, como le ocurre al documentalista que en un pase de su filme ve como el público reacciona inesperadamente riéndose a carcajada limpia durante la proyección cuando lo que él ha pretendido reflejar es el drama de una determinada etapa que es su propio drama. Me pregunto si el propio Solondz no se habrá sentido sorprendido de igual modo cuando ha asistido al inesperado regocijo del público en cualquiera  proyección de alguno de sus filmes, pequeños relatos de las tragedias personales que afligen la vida de sus personajes, mitad comedia y mitad drama.

Todo ello mostrado aquí con una calculada, o a veces fría equidistancia, aminorada por momentos si cabe ‘humorísticos’, marca de la casa.

Calificación: 2.

No hay comentarios:

Publicar un comentario