domingo, 27 de mayo de 2012

Los vengadores (J. Whedon, 2012)




Sexo, ¡mentira!, y fintas de super-héroes
La película es una adaptación del comic de Marvel, que vió la luz en 1963 de la mano del historiestista Stan Lee y el dibujante Jack Kirby, y reunía inicialmente a lo más granado de los superhéroes de la casa, Hulk, Thor, Iron Man, Henry Pym  y La Avispa, a los que, poco más tarde y en subsiguientes aventuras, se unirían el Capitán América, Ojo de Halcón o La Viuda Negra, entre otros muchos.

El productor, guionista y realizador curtido principalmente en el mundo de la televisión, Joss Whedon (New York, 1964), dirige su propio guión sobre la reunión de varios de los personajes antes mencionados a quienes convoca Nick Furia, ese siniestro tuerto a quien da vida Samuel L. Jackson y que se deslizaba tras los títulos de crédito de los filmes más recientes dedicados a aquellos – ‘Capitán América: el primer vengador’ (Joe Johnston, 2011), ‘Thor’ (Kenneth Branagh, 2011) , ‘Iron Man 2’ (Jon Favreau, 2010) e ‘Iron Man’ (Jon Favreau, 2008) - , presagiando esta película, como consecuencia de una nueva amenaza llegada a la Tierra; Loki (Tom Hiddleston), el hermano de Thor, que, no harto de su derrota en aquella película, emprende un nuevo intento invasor pretendiendo someter nuestro planeta bajo su yugo maléfico.

La cinta resulta ser un mero fuego artificial que caduca a los pocos minutos de su visionado, lo que bien puede ocurrir mientras vaciamos nuestra vejiga que fue llenándose durante los 143 minutos de su duración, que, si bien no se hacen de rogar, puesto que aquella acumula los más diversos y sofisticados ingredientes como para cautivar nuestra atención durante el metraje, pero el resultado, salvando el eficaz entretenimiento, se evapora, como digo, cual humo tras los títulos finales. Y es que uno tiene sus días buenos y sus días malos, y hoy no era precisamente de estos últimos, y me he plantado en la sala del mejor humor para dejarme arrastrar por las peripecias de estos tipos fantásticos y a una hora algo intempestiva como para que las hordas de lenguaraces palomiteros no consigan joderme la película y no he tenido ningún altercado grave, que ya es difícil, salvo el ímpetu empeñado por un incipiente chavalín en añadir mayor realismo si cabe a las imágenes con las pataditas que durante el primer cuarto daba contra el respaldo de mi butaca hasta que me he dado la vuelta y le echado una mirada furibunda como la del tal Loki que ha aplacado el movimiento de sus extremidades.
Decía que el metraje se sujeta y sustenta en la acumulación de superpoderes, por las dotes prestidigitadoras que unos efectos especiales cada vez más perfectos y realistas, sin que la puesta en escena se enturbie demasiado, y es de agradecer, por el abuso del montaje acelerado que perjudique nuestra percepción de lo que con prisa y sin mucha pausa se proyecta en la pantalla.

Acabada la película siento la misma sensación ambivalente del ‘gato por liebre’ que tras contempar el segundo Iron Man; que esta Los vengadores carece de la originalidad o de la pegada de la primera película del héroe capitalista y vacilón a quien da vida Robert Downey Jr. , del tono romántico que tenía el Hulk de Louis Leterrier (2008), del toque épico-mitológico que tenía el Thor de Branagh,  a pesar de sus imperfecciones, o esa hazaña bélica que casi era, y muy disfrutable, el Capitán América de Johnston. Es como si para que el potente Madrid gane al pequeño Numancia, hubiera que someterle al miedo escénico de un Bernabeu repleto y encima ponerle al árbitro en contra y que expulse a un jugador soriano en los primeros minutos del partido; no es necesario. Desborde o no las taquillas, había más vida en ese reciente fracaso comercial que es ‘John Carter’.
Temas manidos como que ‘la unión hace la fuerza’ como principio vertebrador para levantar las suspicacias de un puñado de super-héroes con la mosca detrás de la oreja con ser manejados por un gobierno instalado en un clima de guerra fría y que no duda en soltar un misil nuclear en cuanto una amenaza extraplanetaria incordia Nueva York, hacen que el metraje navegue a la deriva en una suerte de acelerado déjà vu hasta su solución final sin que las escenas destilen la menor tensión ni amenaza hacia una resolución adversa a los intereses de los buenos, de esos formidables guardianes de la humanidad. Adicionalmente cabe reseñar que el elemento humano también aparece reducido a una masa inidentificable que grita y se desborda ante el ataque de los malos, pero aparece desfigurada, sin un punto de referencia que levante la menor sensación de empatía por el incierto destino del hombre; una apta calificación familiar deriva en una menor presencia de ‘daños colaterales’ en menosprecio de los (eso sí) cuantiosos daños materiales en mobiliario urbano que vendrá de perlas a la actual coyuntura crítica para incidir en la inversión y el empleo. Sólo las escenas iniciales, que ocupan el primer tercio del filme, donde presenciamos el tantas veces contemplado cinematográfico proceso de reclutamiento de unos héroes, otrora aclamados en las salas, ahora, perdidos en sus quehaceres cotidianos, tiene cierta garra.


Calificación: 1.

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