domingo, 27 de mayo de 2012

Si quiero silbar, silbo (F. Serban, 2010)



La tercera película del productor, director y guionista Florin Serban (Rumania, 1975), que dirigió en 2010, llega ahora a nuestras pantallas respondiendo al interés de crítica y público que el reciente cine rumano despierta. Y en el caso de este joven cineasta formado como realizador en New York, diremos que responde a las expectativas.

La cinta es un drama protagonizado por Silviu (George Pistereanu), un delincuente juvenil que se encuentra encerrado en una cárcel reformatorio a la espera de su ya muy cercana libertad. La visita de su hermano pequeño y la madre venida del extranjero, la presión acuciante a que le someten el resto de internos, que amenaza con minar su acreditado buen comportamiento, y la presencia de una joven entrevistadora que realiza prácticas con los reclusos, van a desatar los acontecimientos.
Cine de acento realista, de planteamiento cuasidocumental, género practicado por el realizador en su etapa de formación, de cámara al hombro, y de raigambre social, como el practicado por sus compañeros de generación, marcas de la casa, incluso, escorado al feísmo que proporciona la fotografía granulada. Aquí el escenario poco amable de un ambiente urbano grisáceo y deprimido, gélido, es sustituido por la lobreguez del centro penitenciario. Y como en otros filmes vecinos, algo de luz al final del túnel; la violenta actuación desatada al final por Silviu y su descabellada propuesta es una invitación a la esperanza en la redención humana. Un atisbo de belleza para esta tan sugerente como descarnada propuesta de Florin Serban.


Calificación: 3.

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